Tras un devastador terremoto de magnitud 7.7 en Myanmar, que dejó más de 1,600 muertos, el régimen militar ha empezado a permitir la llegada de ayuda internacional. La catástrofe ha generado una respuesta global apremiante, pero el contexto del país sigue complicado debido a la guerra civil y la deficiencia de los sistemas de salud. La urgencia en la asistencia humanitaria resalta la fragilidad de la infraestructura y la desesperada situación de los supervivientes, quienes enfrentan la dificultad de recibir atención médica adecuada en medio del caos.