El Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) llevó a cabo varias redadas en Los Ángeles, resultando en la captura de al menos 45 inmigrantes, lo que desencadenó protestas de activistas defensores de derechos humanos. Operativos en diferentes zonas de alta población hispana involucraron a agentes en uniformes camuflados y vehículos blindados que incluso usaron gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes. La alcaldesa de la ciudad expresó su profunda indignación en respuesta a estos eventos, y las críticas hacia la colaboración de la policía local con el ICE han intensificado las preocupaciones sobre la dirección de las políticas migratorias en el país.